domingo, 31 de agosto de 2014

Somos lo que dejamos



Como elogio a lo palpable está es la dedicatoria que Tom y Petra escribieron en un álbum de fotos perenne (si, con hojas, con tinta) rebosante de realidad, de recuerdos. La mayoría escapa en Ryanair, yo soy el que se queda. Regalé los tubos de ensayo de Petra rellenos de arena del Sahara a mis amigos, que como ya había sido predicho, se escaparían entre mis dedos. Y duele. Es el reloj de arena de la vida convertido en barro por los jarros de agua fría. Abrir los ojos y verse en un aeropuerto rodeado de lo que te llevas, porque has sido lo que dejas. Abrazos eternos y fugaces. Mortales. Ver ciudades que se transforman en maquetas. Cerrar los ojos y visualizar recuerdos que una pantalla súper AMOLED multitáctil nunca mostrará. Las reflexiones sobre el tiempo, la madurez y la vida son inevitables en estas situaciones. Son tristes, adaptativas, liberadoras e indicadoras de la ausencia, esperemos temporal, de algo que ha sido querido. Llorar es sano. El crecimiento personal se fundamenta en el aprendizaje de las experiencias. La escritura es medicina. Internet, creando nuevas barreras, rompe las viejas. Las cartas  son comunicación. La enviaré por e-mail. 


Las mudanzas implican movimiento y selección. Tras un año acumulando cosas hemos de decidir que nos llevamos y que dejamos. Una buena opción para conservar nuestras posesiones puede ser contratar un servicio de mensajería y enviar un paquete a nuestra ciudad natal. Diversas fuentes me informan que GLS (https://gls-group.eu/), Packlink (http://www.packlink.es/es/), o EcoParcel (http://www.ecoparcel.eu/?Pages.Home ) son interesantes alternativas con buena relación volumen, tiempo de envío y precio. Otra opción es hacer una subasta con lo más valioso que poseemos, tiempo. Una amiga italiana se deshizo un juego de témperas a cambio de irse de picnic y recibir un masaje.

El último viaje suele ser el más complicado. Rebosante de maletas y emociones. Para ir al aeropuerto, la infalible y famosa GoPass nunca falla. (Excepto cuando hay huelga de trenes, estad atentos). Un autobús es un perfecto plan B. Pero sin duda, la mejor opción es conocer un belga simpático y con coche, (difícil combinación) os acerque al aeropuerto. 


Los cabos atados y los planes be, cuántos más, mejor. Dada a situación económica y laborar, no sería de extrañar que otros sectores se uniesen a los controladores aéreos franceses que dejaron a más de uno en Zaventem con cara de tonto. Las huelgas como medio de queja son para inculpar al jefe, no al trabajador. Para emergencias, el móvil con saldo y la batería cargada. La instantaneidad no garantiza ni comunicación, ni disponibilidad. Para un feedback inmediato una llamada telefónica ahorra minutos buscando wifi en el aeropuerto. De todos modos, un avión cancelado o perdido es solo el principio de una nueva aventura.  Que tengáis un buen viaje.




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