lunes, 7 de abril de 2014

No es lo que tienen, es lo que son.

una barba seria, concentrada
poblada de canas debidas a la experiencia y las preocupaciones

rizos grecolatinos
garfios que enganchan ideas
danzando al son del viento

observador etéreo, idealizado
lleno y vacío, ocupado

agua trasmitida en palabras
comunicación convertida en movimiento

comunión y aprendizaje


gratitud


Trenes, contenidos y formados por vida y movimiento, suelen presentárseme como lugares idóneos donde la mis ideas y pensamientos emanan, brotan y se transforman en escritura. Un cerebro estimulado a veces por la compañía, a veces por la soledad. Pero comúnmente creador en soledad procedida de compañía. Es el momento de volver a casa, sobre raíles, alejándome del aeropuerto y el avión que no cogeré. El avión que ahora mismo sobrevuela la realidad probablemente no sea el suyo, pero me encanta pensar que sí. Quiero creer que han llegado hasta ahí no por lo que tiene, por lo que son.

Universos individuales creados a lo largo del tiempo y la experiencia. En mi mente ahora mismo (reverenciando el valor del momento, de la escritura y de lo no-inmediato) se encuentran bailando dos grandes nombres del panorama bboying español. Un nombre labrado tras muchos años de experiencia, consistencia y aguante; y un nombre que ha florecido de manera exponencial en los últimos años. Lo moderno y lo clásico reencontrado, derribando barreras temporales, y yo observador, por creyente en las casualidades y aficionado a la belleza.

El nombre, no representativo de la esencia, es lo poseído, lo que han conseguido a través del esfuerzo. Ni siquiera los grandes creadores de la vida son capaces de robar la esencia con un nombre, pues son artistas pero no genios. En una sociedad orientada al consumo, a la posesión y a la comparación, no importa qué o cómo se sea; importan los logros, los resultados, el producto. Una maciza lástima me invade cuando me doy cuenta de que es necesario obtener algo tan individual y personal como el nombre, la representación de lo que se es. Pero la esencia ahora mismo escapa, vuela sentada en el 14D y en el 14E a 30.000 pies de altura y escribo y pienso en ellos porque no me importa lo que tengan, me importa lo que son.

Observo fragmentos de vidas completas. Apago la luz y me pongo a mirar a los astros que componen universos infinitamente desconocidos, incluso para el propio posesor. Hay motivación intrínseca, hay simbolismo onírico, hay ideas alocadas. Uno conteniendo y el otro desprendido al viento, ambos son generosos, entregados, desprendidos. Humanos y compasivos, emanan una enorme conciencia social, conocedores del mundo imperfecto que los rodea. Oponentes a la sociedad de consumo, son creativos, son originales, son artistas. Expertos comunicadores transmitiendo su alma a través del movimiento. Producen con su propio cuerpo infinidad de sensaciones en el observador receptivo, vacío. (El vacío, la completa ignorancia de lo que el objeto posee, recoge lo que verdaderamente es, olvidando la realidad que es mostrada) Desde lo más primitivo a lo más evolucionado. Comunicación directa y pura con el espectador, recíproca si es en el pasillo de un hotel forrado con moqueta lacerante. Hay alegrías y hay penas, triunfos y fracasos. Hay problemas tan transcendentales y profundos como la muerte, y tan mundanos y asfixiantes como el dinero. Hay lucha, hay esfuerzo, hay resistencia. Supervivientes de un ambiente cambiante, próspero en algunas ocasiones y pernicioso en otras. Pues el ser humano esta construido para amar, aunque envidie y odie en ocasiones. Todo nos afecta.  

Mi fe en la humanidad me obliga a escuchar y a intentar comprender todos los puntos de vista de cualquier ser humano. Sean cuales sean. Y el resultado es que las energías y las esperanzas se me renuevan con cada palabra sinceramente sentida proveniente de una mente caracterizada por el dinamismo. Me consuma que la gente siga utilizando el corazón y el cerebro.

Frases resonantes de genios interpretadas por grandes artistas me recuerdan el valor de la humildad. Ni yo, que no me considero ni genio ni artista,  ni mi texto, ni siquiera una burda copia de la realidad, pueden contener la esencia de estas dos personas increíblemente maravillosas. Pero, cuando el mensaje merece la pena ser transmitido, perpetuado y compartido, me sirven servilletas de bares, firmadas de antemano con un elocuente:


“Gracias por su visita”




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